Espero de corazón que os guste y… que os deje con ganas de
más. :)
Ahí estaba, como cada mañana, escuchando música con los ojos
cerrados. Imagino que fue esa rutina y un poco de mi instinto de periodista lo
que me hizo fijarme en él bastantes meses atrás, porque mi tipo, lo que se dice
mi tipo, no era. Era un chico totalmente normal, moreno y de ojos castaños,
nada parecido ni de lejos a los cachas altos y guapos que me gustan, tanto para
alegrarme la vista como para un buen polvo. Debía ser por eso que mi vida
sexual era tan escasa. El día anterior me había sonreído al subir al autobús y
yo le había devuelto la sonrisa, así que en vez de ponerme a leer e ir
adelantando trabajo antes de llegar, le miraba disimuladamente, con la mano
apoyada en la cara, había tenido suerte y estaba sentada al lado de la
ventanilla. Me levanté para bajar en mi parada y vi que me estaba mirando, así
que esa vez le sonreí yo también mientras se levantaba. Me extrañé. El siempre
seguía en el autobús cuando yo bajaba, así que me puse un poco nerviosa cuando
noté que estaba detrás de mí, esperando a que se abrieran las puertas. Me giré
un poco, haciendo malabarismos para que no se me cayeran las miles de cosas que
llevaba en las manos, y comprobé que era más alto de lo que parecía. Me estaba
mirando con una sonrisilla irónica.
-¿Cuántos años tienes?
Pero bueno, ¿y esa pregunta tan tonta? Puse mi mejor cara de póquer y le miré
de frente. Me gustó su voz.
-Veintiséis.- dije, y volví a darme la vuelta.
-¿Te puedo invitar a un café?- preguntó.
Ahora sí, amigo, haber empezado por ahí. Por mucho que no me importe la
tontería esa de la edad, preguntársela a una chica no es manera de empezar una
conversación. Se abrieron las puertas y empecé a bajar del autobús, con él
pegado a mi espalda.
-Eso es un no, imagino.- sonreí al oírle y me di la vuelta de
nuevo, ya en la acera.
-Imaginas mal. Llegaré tarde a trabajar, pero sí me apetece
un café. ¿Vamos?
-Genial.- contestó, algo sorprendido.- Tú eliges.
-¿Te parece bien ahí, en El Espejo?- señalé hacia la otra
acera. Asintió y empezamos a andar uno al lado del otro, sin
hablar.
Fue una situación un tanto extraña, no suelo aceptar
invitaciones de tíos a los que no conozco, pero sentía mucha curiosidad y
estábamos en pleno centro de Madrid a las ocho y media de la mañana, así que le
resultaría difícil secuestrarme y esas cosas. Cruzamos para pasar al otro lado
del Paseo de Recoletos y nos sentamos en una de las dos únicas mesas que había
puestas en la terraza, a principios del mes de abril la gente suele preferir
estar calentita en el interior de las cafeterías. Seguíamos en silencio.
-Buenos días, ¿qué van a tomar?- nos preguntó un camarero.
-Yo un café solo, por favor.- dije.
-Dos cafés solos.- le dijo él al camarero.
-Enseguida se los traigo, gracias.- le dimos las gracias
también nosotros a él y nos dejó solos.
-No sé por qué, pero te hacía más de tomar té, desconocida
del autobús.- me dijo sonriendo.
-¿Ah, sí?- pregunté, sorprendida.- ¿Tengo pinta de
intelectual o qué?
-Creo que no lo has pillado. La idea era que me contestaras dejando
de ser la desconocida del autobús y me dijeras tu nombre.- respondió.- Y no, no
tienes pinta de intelectual.
-Alicia.- dije, estirando la mano por encima de la mesa.
-Sergio.- estiró él también la suya y las estrechamos.
Otra vez nos volvimos a quedar en silencio hasta que el camarero trajo los
cafés, nos preguntó si queríamos algo de comer, le dijimos que no y volvió
dentro.
-Y ahora que ya nos conocemos.- dijo, moviendo la cucharilla
dentro de la taza.- ¿Qué opinas del sexo sin amor?
Mátame camión. Así que al final sí quería secuestrarme y hacerme su esclava, me
dejó sin palabras. Yo, esa que no se calla ni debajo del agua y con la boca
amordazada. Yo, a la que todo el mundo le pide que hable cuando nadie quiere
hablar, muda como una gárgola.
-¿No tienes ninguna opinión sobre el tema? A mí me parece muy
interesante.- encima cachondeíto, muy gracioso.
-Yo tengo opinión sobre todo.- recalqué muy bien ese “todo”
antes de darle un trago a mi café y quemarme la lengua, intentando averiguar
por dónde iba a salir de ese embrollo.- Otra cosa bien distinta es que me
apetezca compartirla con alguien a quien acabo de conocer, por mucho que me
haya invitado a un café y me haya dicho como se llama.
-Tienes razón.- dijo él.- Así que vamos a contarnos más cosas
antes de que me respondas, así nos conoceremos mejor y compartirás esa opinión
conmigo. Mi opinión es que me encanta y estoy seguro de que a ti también, así
que dime por dónde empezamos, ¿prefieres el “estudias o trabajas” o hablamos del
tiempo?
Me estaba dejando alucinada con ese morro que tenía, pero la verdad es que me
había caído bien y me parecía simpático, así que decidí seguirle el rollo,
hacía mucho tiempo que no tenía una conversación de ese tipo con un chico y lo
echaba de menos.
-Mi opinión es que también me encanta, no voy a mentir y
decirte que no.- acabé el café y me recosté en la silla.- Trabajo en una
editorial por aquí cerca y estudio periodismo a la vez, soy una chica bastante
ocupada. Y hoy hace un día estupendo, por cierto. ¿Y tú?
-¿Periodismo? - soltó una carcajada.- No me lo puedo creer…
Se echó a reír como si lo que había dicho fuera lo más gracioso del mundo y fue
entonces cuando pensé que a lo mejor iba colocado o algo parecido, si la
situación ya era surrealista, su risa la empeoraba aún más, pero era tan
contagiosa que terminé riendo a carcajadas yo también.
-¿Periodismo? - volvió a decir, sin parar de reír.- Te digo
yo…
-¿De qué coño nos estamos riendo? - pregunté.- No es que me
importe, unas risas de buena mañana siempre vienen bien, pero me gustaría saber
si te ríes de mí o conmigo.
-Perdona, perdona, de verdad, perdona. No es de ti, me río de
mí mismo y de las casualidades de la vida. Yo me gradué en Comunicación
Audiovisual y te juro que no es una excusa, que la pregunta ya la había hecho
antes de que me lo dijeras. Voy dentro a pagar y ahora seguimos, no te vayas.
Y no me fui. Ahí me quedé de pie como una tonta, esperando a que saliera ese
personaje al que acababa de conocer y que no sabía con qué me sorprendería al
decir su siguiente frase. Miré el reloj y vi que era tardísimo, así que me
acerqué hasta la puerta para despedirme.
-No me había fijado en la hora que es, tengo que irme.- le
dije cuando salió.- Me has entretenido, hacía mucho que no llegaba tarde a
trabajar.
-Yo también llego tarde, tengo que volver a coger el
autobús.- miró su reloj y resopló.- Menos mal que la bronca de mi jefe va a
merecer la pena. ¿Apuntas mi teléfono y seguimos esta charla en otro momento?
Algo me dice que tenemos muchas cosas en común.
Saqué el móvil y guardé su número en la memoria, con ganas de poner “pirado” en
vez de su nombre y él también apuntó el mío. Me quedé parada hasta que sonrió y
se inclinó para darme dos besos.
-Nos vemos, ¿vale? - me dijo.
-Nos vemos.
Y se dio la vuelta para cruzar la calle mientras yo le miraba. Sí había sido un
encuentro extraño, sí. Empecé a andar rápido, ya llegaba demasiado tarde y no
soporto no ser puntual.